Verdad y fantasía

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En Lisboa hay una población numerosa y civilizada de estatuas de escritores. La que más me gusta, con diferencia, es la de Eça de Qeiroz, en una plazuela a un costado de la Rua do Alecrim, a espaldas del Chiado. Al fondo de la calle relumbra el Tajo como una lámina de plata . En el monumento está el dandismo irónico de Eça, y esa sensualidad tan poderosa y tan irreverente en la que no se le parece ningún novelista español de su tiempo, y pocos europeos. Eça de Queiroz se vuelve con atención solícita, como si se inclinara sobre ella en un palco de la ópera,  hacia una figura femenina desnuda, levantándole ligeramente una especie de chal que le cae sobre los hombros. El sentido de la alegoría es una frase suya que está escrita con letra cursiva en el pedestal:

“Sobre a nudez forte da verdade

o manto diaphano da phantasia”.

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